
Siempre escuchamos noticias sobre los escaladores intrépitos del Everest; montaña desafiante si las hay. Sin embargo, existen personas que ayudan en silencio; generaciones viviendo a los pies del Everest.
El pueblo sherpa llegó a Nepal desde el Tíbet hace más de 800 años por el paso Nangpa La cerca de Cho Oyu. La palabra en sí era originalmente más un localizador que un nombre propio; sher en tibetano significa «este» y pa significa “gente”. Por lo tanto, cuando se les preguntaba quiénes eran, los sherpas respondían sher pa “gente del este”. Tras cruzar el Nangpa La, de 5.800 metros de altura, los sherpas se asentaron principalmente en la región de Solu-Khumbu de Nepal, al pie de Chomolungma, Sagarmatha y el Monte Everest.
Los sherpas, que vivían a gran altitud día tras día, no solo eran perfectamente aptos para el trabajo en altura, sino que la geografía y la política también contribuyeron a su rápido ascenso a la fama del Himalaya. Cuando Nepal abrió sus puertas al mundo en 1950, se descubrió que la arista sureste era la ruta más acogedora hacia la cumbre más alta del mundo. Simultáneamente, los chinos cerraron el acceso a la ladera tibetana de la montaña. El Everest era, comprensiblemente, el punto focal de los esfuerzos de montañismo en el Himalaya, y los sherpas se encontraban justo en la base.
Los sherpas fueron vistos durante mucho tiempo como guías y porteadores «sobrehumanos” pero la pregunta del millón es porque ellos tienen particularidades físicas que les permiten ayudar a los montañistas sin necesidad de usar oxigeno extra.
Según reveló un nuevo estudio, los sherpas tienen una fisiología particular, que utilizan el oxígeno de una manera más eficiente que las personas que viven en sitios a nivel del mar. Esta habilidad, dicen los investigadores, se debe a una mutación genética ventajosa que les confiere un metabolismo único.
El organismo de los montañistas puede adaptarse a la falta de oxígeno aumentando el número de glóbulos rojos en la sangre, para aumentar la capacidad de retener oxígeno. Los sherpas, en cambio, tienen la sangre menos espesa, con menos hemoglobina y una capacidad reducida de retener oxígeno, una característica que tiene la ventaja de hacer que la sangre circule más fácilmente, y esto pone menos presión sobre el corazón.
Esto demuestra que lo importante no es cuánto oxígeno tienes, sino qué es lo que haces con él», asegura Andrew Murray, profesor de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, y autor principal de la investigación.
Para saber con más exactitud esa diferencia los investigadores tomaron muestras musculares de montañistas a 5.300 metros de altura y los compararon con muestras tomadas de sherpas.
Las muestras bioquímicas revelaron que el tejido muscular de los sherpas podía utilizar mejor el oxígeno limitando la cantidad de grasa que quemaba y maximizando el consumo de glucosa.
«La grasa es un gran combustible, pero el problema es que necesita más oxígeno que glucosa», señaló Murray. En otras palabras, al preferir quemar azúcares en vez de grasa, el cuerpo de los sherpas puede obtener más calorías por unidad de oxígeno respirado.
De cualquier manera, el trabajo de los sherpas parece único, admirable y casi imprescindible para los intrépidos montañistas del Everest.