
Hacia un tiempo que quería rendirle mi pequeño homenaje. En mi memoria recuerdo su nombre cuando mi madre me contaba que a mucha gente no le gustaban las verdades que decía el Dr. Escardó como por ejemplo que los niños no se morían de cólera sino de desnutrición. Además, ella seguía los consejos cada vez que podía verlo en su programa de televisión; fue un pionero de difundir las nociones de puericultura.
Cuando dejé mi adolescencia, esperaba los días miércoles para leerlo en el diario La Nación en su columna “Piolín de Macramé”, desde donde denunciaba, observaba y advertía situaciones cotidianas que invitaban a la reflexión.
Sin dudas fue un revolucionario en el campo de la pediatría, un luchador incansable para alcanzar sus sueños, un hombre comprometido con su quehacer diario, un hombre apasionado en todo su ser; en una palabra un humanista con todas las letras. El humanismo es una corriente de pensamiento que enfatiza la dignidad, el valor y la capacidad de los seres humanos para razonar y tomar decisiones, poniendo al ser humano como centro de todas las cosas. Se enfoca en la preocupación por los asuntos humanos y el bienestar, promoviendo la educación, la cultura y la búsqueda de la verdad y la justicia.
Su gran revolución, su humanismo en acción fue la internación conjunta madre-hijo y la eficacia ineludible que tuvo esa decisión, la cual tuvo lugar en el año 1957 cuando alcanzó la Jefatura del Servicios de la Sala XVII en el Hospital de Niños “Ricardo Gutierrez” de Buenos Aires pero, debemos señalar que tardó treinta y dos años en conseguirla. En las entrevistas que dio a lo largo de su vida, señalaba “Es lo único de lo que estoy orgulloso en la vida.”
Pero esa decisión tuvo un punto de partida y fue allá por 1929, como médico practicante menor. En palabras del propio Escardó “Yo recién me daba cuenta de que para los enfermos no había domingo. Entonces al día siguiente fui al hospital y no había nadie: ni médicos de guardia, ni nada…. En una sala había dos filas de 15 niños cada una, 15 bebitos de menos de un año, que trataban de embocar la mamadera puesta en un armazón de alambre …. nadie los cuidaba. Ese espectáculo para mí fue terrible y decidió mi vida totalmente. Juré que cuando pudiera no iba a permitir semejante cosa” y contraviento y marea burocrática y social finalmente lo consiguió.
El Dr. Puga, Presidente de la Sociedad Argentina de Pediatría, en el año 2002 escribió “La amplitud de su mirada lo llevó a instituir en su cátedra el trabajo en terreno… Había que incluir los aspectos sociales de las familias a las que se asistía. Así, sus alumnos tuvieron oportunidad de realizar experiencias de trabajo asistencial y comunitario como extensión universitaria en la isla Maciel y darse cuenta de aspectos hasta entonces no valorizados en la práctica hospitalaria”
Su lucha infatigable fue contra el abandono, el hospitalismo y su dramática incidencia en la salud del niño. Por tal motivo comenzó a incorporar la interdisciplina, convocando psicólogas y asistentes sociales en el Equipo de Salud Pediátrico; tenido como norte el respeto por el derecho del niño a ser considerado persona, sujeto y eje del accionar pediátrico.
Luchó contra la estupidez, la miopía y los prejuicios sociales, tratando de convencer que la pediatría debía ser vista como medicina de la familia, sosteniendo que no alcanzaba el diagnóstico y el tratamiento sino que había que hurgar sobre las emociones, la afectividad de los chicos en su entorno y, por lo tanto, la defensa inclaudicable del niño como persona.
Su vida fue al servicio de los mas frágiles, de aquellos que no tienen voz, de aquellos a quienes le debemos darle lo mejor de nosotros.
Doctor Escardó gracias por tanto !!!